El veinticinco aniversario del Fondo de Investigación Sanitaria (FIS) es una buena ocasión para reflexionar sobre el desarrollo de la investigación en España, actividad que pese al impulso que ha experimentado en los últimos años dista mucho de lo que debería ser.
La Ley 14/1986, General de Sanidad, dedica su Título VI a la actividad docente e investigadora, manifestando, en su artículo 106, que “La actividad de investigación habrá de ser fomentada en todo el sistema sanitario como elemento fundamental para el logro del progreso del mismo”, desarrollándose la investigación en biomedicina y ciencias de la salud en función de la política nacional de investigación y la política nacional de salud.
En nuestro país se partía, prácticamente, de la nada en este ámbito, mereciendo por ello una valoración positiva la acción desarrollada a través del Plan I+D, pues si algo es claro es que sin fondos y sin la formación del personal adecuado el desarrollo de la investigación se torna en misión imposible. Parece que, afortunadamente, hemos abandonado la idea de que la investigación es un adorno de la práctica médica y, en la actualidad, al menos en teoría, se concibe como algo inherente al ejercicio de la profesión y, realmente, cada vez más necesario. Reformas como la de la Ley de técnicas de reproducción asistida o
El desarrollo de Redes Telemáticas de Investigación Cooperativa y la creación de la figura del investigador contratado han sido importantes logros del FIS, dependiente desde 1994 del
En definitiva, el fomento de la investigación va cobrando fuerza progresiva en nuestro país, pero es necesidad de primer orden el alcance de una concienciación real de la importancia de la labor investigadora como parte consustancial se la asistencia sanitaria, como la base imprescindible para poder luego ofrecer al paciente alternativas de tratamiento y vías cada vez más eficaces y rápidas. Sólo desde esta perspectiva lograremos culminar con éxito el camino ya iniciado.
Publicado en Redacción Médica el Jueves 2 de Febrero de 2006. Número 270. AÑO II